viernes, 6 de agosto de 2010

Ay, nena...

Nena, por fin llegué, no me quieres hablar y te muestras fría, me das algo que no quiero oír pero que te aferras a repetírmelo.
Intento curarte y paso mis manos sobre tu cuerpo; intento de cambiar tu perspectiva y sigues igual, nena.
No me gustas así, lo olvidé. Pasaron meses y regresé. No atendí tu llamado en cuanto regresé, pero sigo a tu lado.
¿Qué más quieres que haga, nena?
Sólo tú me entiendes mis desvaríos y haces que el llamado perdido de mi voz no se sienta sin compañía.
Después de un rato, nos entendemos, ya era hora, ¿sabes?. Seguro te encanta verme preocupado por ti, amas mis reacciones a tus humores como yo te amo.
Sal ya de tus malas fuerzas y disfrutemos el día juntos, nublado, así como nos gusta a los dos; así nos desenmascaramos y volvemos a juntarnos después de este vaivén irregular.
Por fin saliste: Te encuentro nueva y cambiada. Ya hablamos el mismo lenguaje y bebemos de lo mismo.
Me encantas ya de nuevo, nena, otra vez lo lograste...